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25 de marzo de 2007

Literatura erótica // Calor entre líneas

Este género fantasea continuamente con las tentaciones del escritor y del lector. Deseos inconcretables, insinuaciones y palabras que rozan justo ahí..., son las principales motivaciones de estos textos que muchas veces acarician la pornografía. Una buena forma de comenzar la primavera: deshojar la sensualidad y cultivar el erotismo por medio de la lectura.






Los estímulos sexuales que van en aumento en esta época del año no son sólo visuales, lo sugerente muchas supera a lo explícito. A través de la lectura y con ayuda de la imaginación se puede penetrar en un universo erótico y sumamente placentero. Están quienes conocen este tipo de textos y hablan este lenguaje , y quienes no. Los que saben de qué se trata lo aconsejan con ganas. Hay un camino abierto para descubrir, y que mejor que hacerlo de la mano de los que saben.

La escritora Ana María Shua, autora de Los amores de Laurita (1984), vuelto a editarse este mes por la editorial Emecé, cuenta que la protagonista de su novela, Laurita, es su alter ego. “Ella puede decir todo lo que yo no digo y hacer lo que yo no me atrevo a hacer”, dice a modo de confesión. Para Ana María hay momentos profundamente eróticos en todo acto de escritura. “Son aquellos en que el escritor olvida que está haciendo un trabajo y se desliza placenteramente entre las palabras. Uno va jugando con una y con otra palabra, dando y recibiendo goce en ese acoplamiento misterioso que surge como si se estuviera produciendo por sí mismo y el autor queda convertido en un simple médium”. Ese goce erótico del que habla la escritora deja su impronta en el texto y el lector vuelve a disfrutarlo en el acto de la lectura.
El erotismo muchas veces se pasa de largo y cae en la pornografía. En este género se habla mucho sobre este delgado límite, para explicarlo Shua cita a Enrique Pessoni que comparó a la pornografía con el patinaje sobre hielo. “Al principio es maravilloso pero al final se repiten siempre las mismas figuras”. En cambio para la autora erotismo es toda forma de placer sensual o incluso intelectual.

Esta difusa diferenciación marca de alguna manera las diferentes clases de relatos que bajo la clasificación de eróticos, se hermanan en los estantes de las librerías. Es el caso de los libros de dos chicas, una italiana y una brasilera, que salieron a contar sus experiencias sexuales en una especie de diario íntimo para compartirlas con los lectores de todo el mundo. La primera fue la adolescente italiana de 20 años, Melissa Panarello, cuando escribió su primer libro Cien cepilladas antes de dormir (Emecé). En él cuenta sus variadas experiencias sexuales desde los 15 a los 17, donde ofreció sexo y probó de todo. La obra resultó exitosamente escandalosa y hasta fue llevada al cine. Después escribió otro libro menos descarnado, L’odore del tuo respiro.



En El dulce veneno del escorpión (Panda Books), la carioca Raquel Pacheco a los 21 años y bajo el nombre de Bruna Surfistinha, describió historias calientes que vivió durante los tres años que le dedicó a la prostitución y a las drogas.
Los dos libros “eróticos” se convirtieron en best sellers, ahora...¿Qué lee la gente cuando lee literatura erótica entonces, erotismo o pornografía?.
Contesta el periodista y escritor Alejandro Margulis, autor de Quién, que no era yo, te había marcado el cuello de esa forma. “No hay diferencia tácita entre erotismo y pornografía, sólo hay diferencias de grado. El relato pornográfico es el resultado de una serie de explicitaciones inmediatas. El erótico, de una serie de ocultamientos y postergaciones”, dice.
Estos libros son autobiográficos y casi terminan siendo instantáneas, seguramente un poco exageradas, de las vidas de estas chicas expuestas de manera estratégica en las góndolas de los supermercados. En realidad, la mayoría de los entrevistados coincide en que depende más que nada del lector, lo que es obsceno para uno, no lo es para otro. El efecto no es el mismo para todos
Para Marcela Osa, periodista y escritora, el erotismo se toma su tiempo y puede llegar a niveles de placer exasperantes. “Una lectura te puede tener al borde del orgasmo durante varias páginas. En cambio la pornografía es directa, audaz, impetuosa. Puede ser burda, lo único que importa es ir al hecho. Las dos opciones tienen su encanto”.

Shua va al grano y cita al Marqués de Sade y a Memorias de una princesa rusa como ejemplos de pornografía, diferenciándolos de otros textos.
La literatura erótica entonces parece que pasa por otro lado. “En Francia, al orgasmo se lo llama le petit morte. Con lo cual se emula el sexo a la muerte, el eros al tánatos. Yo no sé si esa identidad es lineal, pero que se acerca mucho es indudable. Concibo la literatura erótica en esa línea de cruce: tener sexo, acabar, es morir un poco. Escribir sobre eso, eso que es el sexo, es recordar que somos seres finitos, aunque la tengamos gruesa”, relata con humor Margulis.

Una novela erótica calienta, levanta la líbido. Osa dice al respecto: “Son textos que ponen frente al lector un espejo con sus deseos sensuales reflejados que no siempre están en la superficie. Por eso un buen texto siempre sorprende por las formas que encuentra para expresar aquello que late sin nombre en nuestro inconsciente, o con nombres que no nos atreveríamos a pronunciar en voz alta”. La periodista escribe para las revistas Cosmopolitan, Playboy y Hombre y asegura que hay algo que su experiencia en este tipo de notas le demostró y es que, en general, falta información concreta para conectarse con el placer. “Se da por sentado que somos amantes innatos, o por inspiración, y que no existen rollos capaces de anular un orgasmo. Pero en la vida real no es así”.

Un texto cargado de erotismo da al lector un apoyo para promover sus propias fantasías que surgirán en la medida en que esas sugerencias y vaivenes del relato lo vayan seduciendo. Leer relatos sexuales puede ser una forma más de obtener placer y expandir la imaginación en búsqueda de nuevos goces. Para Margulis, la buena literatura erótica es la que logra que un lector que está incentivado para leerla, encuentre en esas líneas lo que está buscando: excitación.

Red Red Web

Internet es un buen lugar para encontrar literatura caliente y leerla on line. Aunque leer desde la pantalla no parezca muy excitante, Alejandro Margulis lo aconseja diciendo: “Te deja las manos libres. Más si tenés la compu cerca de la cama...”. Desde el sitio que dirige, Ayesha literatura (http://www.ayeshalibros.com.ar/), el escritor trabaja para que funcione como un espacio de proyección internacional para los escritores de habla hispana. En esta página pueden encontrarse en formato digital muchísimos libros de todo tipo, entre ellos el escrito por él: “Quién, que no era yo, te había marcado el cuello de esa forma”. Es un relato sobre la intrigante relación de dos hombres, uno de ellos casi adolescente. También una novedad, la antología irónica y humorística de Wenceslao Maldonado llamada Entre Afrodita y Eros, Deseo, Amor y Sexo en la poesía de Grecia y Roma.
Hay muchas páginas sobre literatura en la web, pero pocas sobre este género. Una de ellas es http://www.aerotica.com.ar/, que hace foco en el cruce creativo entre el erotismo y el arte. Existe hace cinco años y hoy alcanza un promedio de 500 visitas diarias. Miguel de Nichilo, el coordinador, asegura que internet es una buena herramienta para difundir literatura, ya que muchas veces el éxito de un libro depende de la difusión que monte la editorial sobre los autores. Para él, tanto en el erótico como en cualquier otro texto literario, la verdad pasa por la buena o mala escritura. “Los límites son imprecisos”, dice. Por eso a veces el marketing o la prensa ayudan aunque la obra no sea genial.

¿Cuáles recomiendan los escritores?

Alejandro Margulis:
Filosofía del tocador, del Marqués de Sade (para leer de a tres, un hombre y dos mujeres, en voz alta).
La historia de O, de Pauline Reage (para leer en la playa, con las manos de ella atadas).
Quién, que no era yo, te había marcado el cuello de esa forma, de Alejandro Margulis (para leer en pantalla, con las manos libres).

Ana María Shua:
Amatista, de Alicia Steimberg (fantasías y humor).
Viajando se conoce gente, de Ana María Shua.

Marcela Osa:
Delta de Venus, de Anïs Nin
El colmo de la inmoralidad, del Marqués de Sade.

Miguel de Nichilo:
La motociclista, de Pierre de Mandyargues.
El Satiricón, de Petronio.

Para revista BK. septiembre-octubre 2006