Trabaja hace doce años en improvisación teatral, fue creador del grupo Sucesos Argentinos y ahora, a la cabeza de Qué rompimos, hace Impro en teatro y juega en la televisión.
Oscar “Oski” Guzmán habla rápido, mucho y gesticula más todavía. Apaga el discman y Sabina deja de cantar. “Estoy escuchando el último, está muy bueno”, dice. Después cuenta que lo escucha desde siempre y que no hay disco del español que no le guste.
Oski iba a ser médico y por eso hizo el bachillerato biológico, pero tres días antes de que terminara el colegio, un amigo le contó que su novia iba a estudiar arte dramático. El dijo ¿qué es eso? y el amigo le explicó que además de actuación se estudiaba escenografía, violencia en escena y acrobacia. Le encantó y fue de cabeza a anotarse al Conservatorio Nacional de Arte Dramático. “Mi mamá me quería matar”, se acuerda.
“Teatro hago desde los 18, antes de entrar al conservatorio hacía teatro callejero en La Boca, donde me crié”, cuenta. Después formó parte del elenco del Teatro de la Rivera, donde actuaban sainetes de 20 minutos y el hacia de gallego, tano, judío, compadrito y cualquier personaje imaginable. Cuando estaba en el último año de la carrera, comenzó a entrenar para participar del torneo de improvisación del conservatorio, pasó por las ligas mayores y después armó el grupo Sucesos Argentinos. Su larga trayectoria además incluye actuaciones en televisión y cine.
Qué rompimos surgió en el 2001 cuando Oski se fue de Sucesos. “Decidimos hacer una proyección diferente de lo que veníamos haciendo hasta ese momento en improvisación teatral”. Impro resulta ser teatro elaborado en el momento, donde se desarrollan una serie de improvisaciones con títulos escritos por el público que son elegidos al azar. “Ofrecemos un espectáculo que tiene que ver con nuestros inicios. Porque hacemos improvisaciones basadas en diferentes estilos y juegos con el público. La consigna es vos lo pedís, nosotros lo hacemos”.
Antes de dedicarse de lleno a la actuación, Oski hizo de todo. “Cuando iba al secundario mi mamá cosía y yo me había agarrado una de las máquinas en la que hacía guardapolvos por mi parte, para ayudarla con la plata. También surfilaba servilletas, hacía mil docenas por día, trabajaba como un chino la verdad. Kung Fu significa el arte de la resistencia y creo que eso tiene que ver conmigo”. Pasó parte de su adolescencia trabajando para ayudar a su familia, mientras estudiaba actuación. Comenzó con el reparto a domicilio de un supermercado, una librería donde se la pasaba cantando todo el día y la gente le daba propina y una fábrica de tintura de telas. Fue extra en la película La peste de Luis Puenzo, donde estuvo doce horas bajo el sol y cansado se fue sin cobrar. “Mientras me pasaban todas estas cosas hacía teatro, que era lo que me hacia sobrevivir, el resto se trataba de cumplir solamente con las obligaciones cotidianas”. Osky dice que igual fue una época de una riqueza espiritual y emocional muy fuerte, ya que pasaba mucho tiempo en el conservatorio. “Me conocía todo el mundo, participaba de las maratones que se hacían preparando las cosas y actuando en dos o tres obras y me quedaba hasta los festejos del final”. Es imposible no creerle, se lo nota un tipo enérgico, pasional y que disfruta lo que hace.
Una vez dijiste que nunca habías hecho un casting, ¿Eso te pone en un lugar privilegiado?
En esa época yo estaba muy peleado con el medio televisivo, siempre me pareció una carnicería feroz para una actor que trabaja con su cuerpo, con sus emociones. No iba a los castings. Las cosas llegaron casi solas. Siento que estoy un lugar diferente, ni mejor ni peor, distinto. La sensación de poder que tiene Qué rompimos, tiene que ver con el poder de nuestro trabajo. Venimos haciéndolo silenciosamente hace muchos años y lo seguimos haciendo independientemente de que nos convoque o no un productor.
La ansiedad en la que se vive y la posición en la que están desde hace varios años los actores y los trabajadores en general, por el piso, hace que se piense que todo tiene que ser instantáneo: ya ganar plata, ya ser famoso, si no trabajas en la tele no sos nadie. Y eso no es verdad, es lo que nos quieren vender.
¿Cómo es tu experiencia con la gente de Dalí que produce tu espectáculo?
Ser producido significa tener un socio en tu camino, que si no lo comparte del todo y no se abre a ese camino se hace difícil. En ese sentido nosotros estamos muy contentos con Dalí, la productora de Ricardo Cohen y Alejandro Fantino, porque son muy respetuosos del trabajo que hacemos.
Mar de Fondo es el ámbito ideal dentro de lo que es televisión, para improvisar...
Sí claro, si bien no tiene esa cosa televisiva del pum para arriba, logra el espíritu televisivo igual. Hay como un estado amistoso y la verdad fue el mejor lugar para probar lo nuestro. Alejandro al principio me probaba todo el tiempo, me decía: “Hace Napoleón entrando en Viena”. Entonces yo hacía a Napoleón en pose y entrándole a un pancho. El se entusiasma y se divierte mucho. La verdad es que si ellos no se subirían a lo que hacemos no podría salir como sale. Escuchan muy bien, aceptan, sugieren y suman.
Tele, teatro, cine. ¿En cuál te sentís mejor?
Me siento bien en todos los lugares, cada uno despierta en mí cosas que el otro no. En la tele me nace la rapidez y sensibilidad para lo inmediato, es salir al paso y me divierte.
Son disfrutes diferentes. El cine, por ejemplo, es el tunel del tiempo. El set de filmación crea el clima del momento que se quiere recrear y eso es mágico. Ahora, si tengo que elegir, el teatro es mi predilecto. Una vez Claudio Gallardou me dijo: “El teatro es del actor, la televisión del productor y el cine del director”. Si en el teatro falla el actor, falla todo.
¿Y en improvisación cómo es?
El teatro de improvisación es como jugar un partido de fútbol, la interacción con los compañeros y el público es buenísimo. Lo que más me gustan son los ensayos, por eso es tan importante con quien vas a trabajar y las cosas que pueden surgir de ahí.
¿Cómo es el público que va a ver Impro?
Hay público de viernes, sábado y de domingo. Los viernes que la función es más tarde vienen muchos jóvenes y algunas parejas de 30 y pico. En cambio los sábados viene gente más grande, profesionales que llegan con ganas de ver de qué se trata. Todos terminan enganchándose.
¿La técnica de improvisación puede hacer que un mal actor sea bueno?
Sí. Nosotros hablamos de inexperto o experto porque creemos que realmente son sus experiencias las que lo hacen actuar de la manera que lo hace, mal o bien. La técnica de improvisación hace que vos te escuches, aceptes el lugar en donde estás y de donde venís, quién sos, qué tenés para ofrecer y en que podés crecer. Si no aceptás esos puntos es difícil que puedas expresar tu arte.
¿Porqué tiene que ver con lo genuino?
Porque tiene que ver con el origen, con lo personal, con lo que llevás adentro y transformas en arte. La impro no tiene techo, el que tiene el techo es el que improvisa. El actor inexperto piensa que flagelándose, haciéndose pegar de verdad en una escena o llorando está expresando y transmitir algo. En el teatro de texto no es así, por eso hay actores de televisión que no funcionan en el teatro y viceversa.
¿Qué te suma y que te resta ahora que estás mediatizado?
El teléfono suena mucho más, eso es bravo. Saber decir no es complicado, además yo soy de decir sí Trato de conectarme con el camino que quiero hacer, aunque a veces el dinero hace que se complique tomar algunas decisiones. Formo parte de un grupo y cuando yo crezco crecemos todos. Que se yo, ahora la gente me llama Osky y me dicen que está bueno lo que hacemos.
¿Qué cosas podés proyectar o hacer que antes no?
Me compré el cd nuevo de Sabina apenas salió. Joaquín se lo merece por todos los que me copié antes. No sé, quizás cosas relacionadas con lo económico. Igual lo que quise hacer lo hice y sino lo hice es porque no quise.
No soy de embarcarme mucho en proyectos, lo que sí sueño y deseo profundamente es crecer con el grupo, viajar, investigar en tv, cine, etc. Sacar todo lo que nos pasa por la cabeza y convertirlo en arte.
Viejos improvisadores
Los comienzos pueden remontarse a mediados del 1500 con La Comedia del Arte, que fue muy popular en Europa. Elencos de improvisadores viajaban de pueblo en pueblo presentando espectáculos en las plazas públicas.
De ahí a los años sesenta donde Keith Johnstone comenzó a formular teorías sobre la creatividad y espontaneidad en Inglaterra. Para él, el teatro se había vuelto pretencioso por eso el hombre no asistía a las funciones. Para atraer a ese público le pareció una buena idea combinar los elementos del teatro con los del deporte. Así nació el Theatresports, donde las reglas deportivas fueron adaptadas al contexto del teatro de la improvisación. Los equipos competirían para ganar puntos asignados por jueces, y el público sería el invitado a aplaudir las buenas escenas y cuestionar las decisiones de los jueces. Viola Spolin, una actriz estadounidense también hizo su aporte al género desarrollando una nueva manera de enseñar actuación. Se basaba en la simple pero fuerte idea de aprender jugando. El hijo de Spolin junto a otros actores fueron los creadores de una especie de Comedia Moderna, que buscaba atraer al hombre común.
En Argentina uno de los impulsores de este movimiento es Fabio “Mosquito” Sancineto, un especialista en el tema que conoció la impro cuando esta daba sus primeros pasos en el Teatro San Martín en la década del 80.
Para Revista BK. noviembre-diciembre 2005.
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