Esos objetos queridos, deseados, usados hasta el cansancio o hasta que otro nuevo ocupara su lugar al menos por un rato. Los juguetes de la infancia, los que convirtieron tardes aburridas en extraordinarias y horas compartidas con amigos en sesiones mágicas y entretenidas difíciles de abandonar. Pelotas, muñecas y muñecos, juegos de mesa, robots, superhéroes. Vamos a jugar.
Niños adultos o no, son pocos los que no quedan cautivados cuando vuelven a encontrarse después de muchos años con un juguete que los hizo feliz de chicos. Rememorar la infancia y los juegos que la acompañaron es algo muy común y divertido. Despertar sensaciones alegres recordando cosas que de chicos se disfrutaron mucho es reconfortante. “Bienvenido sea este mundo de sueños, deseos, recuerdos e ilusiones suyas, mías, de todo aquel que imagine... que en algún momento fue niño. Porque en definitiva, jugar es eso, construir puentes entre la realidad y la imaginación; es la posibilidad de transportarse a un mundo ficticio estando despierto. Los juguetes, entonces, son la materia con la que se construyen esos puentes”, dice Florencia Rodríguez, integrante del Buenos Aires Toy Museum (http://www.ba-toymuseum.com.ar/). Este lugar es un museo virtual de juegos-juguetes argentinos y un espacio de exposición permanente, que intenta contribuir a la conservación del patrimonio histórico y cultural del país en lo que a entretenimiento infantil y artículo coleccionable se refiere.
El museo existe hace diez años y su creador es Bob Frassinetti, el alma mater del proyecto, un anticuario y especialista en arte de oficio. Lo que Bob descubre, que es maravilloso, es la vertiente netamente artística de los juguetes, aprendiendo a apreciar desde un costado estético un objeto que históricamente ha tenido otro fin.
En muchos ámbitos como en este, hay una especie de vuelta atrás, en búsqueda de lo que sucedió y existió, dándole el valor que la historia merece. “Creo que el interés por preservar nuestra historia popular y cultural es relativamente novedoso, ya que al comienzo el mayor interés provenía –y todavía es así- del extranjero, que colecciona juguetes de todo el mundo y que tiene gran aprecio para con los juguetes de industria argentina por sus grandes cualidades estéticas y artísticas, pero del cual no se sabía mucho”, cuenta Florencia.
En 1976, la política económica de la Dictadura provocó un fuerte ingreso de productos importados y el cierre de muchas fábricas locales. En los 80 llegaron marcas internacionales importantes bajo la forma de asociaciones con fabricantes locales. Se comenzaron a producir localmente los personajes de La Guerra de las Galaxias y de otras series como He Man, Mazinger Z, G.I.Joe, Mi Pequeño Pony, Thundercats, Super Amigos, Barbie, etc. En el ranking de los más queridos y recordados muchos mencionaron a la fábrica de pitufos, el muñeco bebé de Yolli Bell, las colecciones de Playmobil, el set de Rasti o Mis ladrillos.
Por suerte hay gente que además se preocupa por y apuesta al homenaje de estos juguetes tan especiales para los que hoy son jóvenes o adultos. Mariano Cabrera, el especialista retro, como se nombra en su página web (http://www.marianocabrera.com.ar/) es un actor coleccionista que no sólo guarda juguetes, objetos y anécdotas de su niñez, sino que las comparte. Entrar a su página es como abrir un baúl guardado en un sótano o un altillo. Tiene colecciones de juguetes, de programas de tv, de discos y de publicidades que lo entretuvieron durante su infancia. Es el creador de Operación Fideos con Manteca, una especie de homenaje teatral a la niñez de las décadas del 60, 70 y 80. También le dedica en la web un espacio al querido Italpark y a muchos de los personajes del espectáculo que hicieron cosas para los chicos como Carlitos Balá, Pipo Pescador, etc. Fotos de autos, aviones, muñecos y robots flotan en la web de este hombre retro y asegura que a más de uno cuando las ve, se le pianta un lagrimón.
Los juguetes argentinos como los de otras partes del mundo, como dice Florencia del Toy Museum, “son manifestaciones concretas de la cultura”. A partir de la década del 80, junto con la debacle económica pos dictatorial y la apertura indiscriminada a la importación que tuvo lugar en la década del 90 afectaron seriamente el desarrollo industrial y el juguetero en particular. Florencia cuenta que durante finales de la década del 70 y principios de la del 80, muchas fabricas estadounidenses eligieron Argentina para producir sus productos porque acá los costos eran mucho más bajos y tenían mayores facilidades produciendo acá en vez de importando Además, Argentina era vista como un país latinoamericano de alta cultura, con un gran mercado interno al cual se podía abastecer y que también podía funcionar de puerta para el mercado Latino Americano más amplio, del modo en que lo hizo Brasil en el mismo momento, con otros juguetes.
El mercado de los juguetes fue y va cambiando de acuerdo al momento cultural y económico, pero hay cuestiones que no respetan el paso del tiempo y están ligadas a la niñez en general, las ganas de jugar y sonar con un juguete en la mano. “Yo era mucho de jugar en la calle, en mi barrio, con mis vecinos. Inventábamos juegos y nos divertíamos por horas y horas, a la pelota, a la escondida, a las carreras… También jugaba con mis muñecas, tenia una de tela que me trajo mi papá de México que la adoraba. Mas tarde tuve miles de Barbies, y cuando mi abuela viajaba le pedía de todo, y ella me consentía y yo era genuinamente feliz”, recuerda Florencia.
Carolina González, todavía se acuerda de sus peleas con su hermano por apoderarse del Mecano, que si bien era de él, a ella le gustaba tanto que se quedaba horas armándolo hasta que su hermano desistía y la dejaba sola.
Historias hay muchas y juguetes también, como hay coleccionistas. “En argentina coleccionar juguetes es un hobby que recién comienza a tomar ribetes interesantes, pero en el mundo, se podría decir que hay tantos coleccionistas como juguetes fueron producidos” aclara Florencia.
La mayoría de los juguetes del siglo veinte aún son conseguibles, la pregunta es, cuánto está uno dispuesto a pagar, ya que el mercado de los coleccionistas de juguetes es un mercado altamente competitivo.
En cuanto a los juguetes realmente inconseguibles, se trata de aquellos que son perennes al paso del tiempo, por ejemplo juegos y juguetes de culturas pre modernas de oriente y occidente, cuyos productos básicos eran tela y madera, con lo cual el paso del tiempo es un gran enemigo para su conservación.
En definitiva, los juguetes van modernizándose y adaptándose a las nuevas necesidades y realidades. Alguna vez los hubo de lata, después de plástico, también de tela, de papel y muchos materiales más. Los hay caseros y muy divertidos, esos que papá o mamá nos creaban de la nada con dos o tres elementos.Lo más lindo de la niñez y de esos juguetes que se convierten en piezas únicas y mágicas es que dan esa posibilidad creadora sin fin, ese mundo propio, desligado de las obligaciones de la vida cotidiana, en donde nos decimos "dale que vos eras…", "juguemos a que nosotros hacemos…" Florencia dice: “Ese espacio propio, seguro, honesto… Porque si un juego no nos divierte de niños, es instantáneo, no se lo juega más, esa honestidad con las sensaciones más profundas y con las ganas de uno, que de adulto en general se deben comprometer porque el mundo es como es, no como queremos que sea”. Aunque si jugamos un poco más...
Para revista BK. marzo-abril 2007
Niños adultos o no, son pocos los que no quedan cautivados cuando vuelven a encontrarse después de muchos años con un juguete que los hizo feliz de chicos. Rememorar la infancia y los juegos que la acompañaron es algo muy común y divertido. Despertar sensaciones alegres recordando cosas que de chicos se disfrutaron mucho es reconfortante. “Bienvenido sea este mundo de sueños, deseos, recuerdos e ilusiones suyas, mías, de todo aquel que imagine... que en algún momento fue niño. Porque en definitiva, jugar es eso, construir puentes entre la realidad y la imaginación; es la posibilidad de transportarse a un mundo ficticio estando despierto. Los juguetes, entonces, son la materia con la que se construyen esos puentes”, dice Florencia Rodríguez, integrante del Buenos Aires Toy Museum (http://www.ba-toymuseum.com.ar/). Este lugar es un museo virtual de juegos-juguetes argentinos y un espacio de exposición permanente, que intenta contribuir a la conservación del patrimonio histórico y cultural del país en lo que a entretenimiento infantil y artículo coleccionable se refiere.
El museo existe hace diez años y su creador es Bob Frassinetti, el alma mater del proyecto, un anticuario y especialista en arte de oficio. Lo que Bob descubre, que es maravilloso, es la vertiente netamente artística de los juguetes, aprendiendo a apreciar desde un costado estético un objeto que históricamente ha tenido otro fin.
En muchos ámbitos como en este, hay una especie de vuelta atrás, en búsqueda de lo que sucedió y existió, dándole el valor que la historia merece. “Creo que el interés por preservar nuestra historia popular y cultural es relativamente novedoso, ya que al comienzo el mayor interés provenía –y todavía es así- del extranjero, que colecciona juguetes de todo el mundo y que tiene gran aprecio para con los juguetes de industria argentina por sus grandes cualidades estéticas y artísticas, pero del cual no se sabía mucho”, cuenta Florencia.
En 1976, la política económica de la Dictadura provocó un fuerte ingreso de productos importados y el cierre de muchas fábricas locales. En los 80 llegaron marcas internacionales importantes bajo la forma de asociaciones con fabricantes locales. Se comenzaron a producir localmente los personajes de La Guerra de las Galaxias y de otras series como He Man, Mazinger Z, G.I.Joe, Mi Pequeño Pony, Thundercats, Super Amigos, Barbie, etc. En el ranking de los más queridos y recordados muchos mencionaron a la fábrica de pitufos, el muñeco bebé de Yolli Bell, las colecciones de Playmobil, el set de Rasti o Mis ladrillos.
Otros juegos explotaron pero no permanecieron a través del tiempo. Fueron moda y se vendieron muy bien. Uno es el famoso y asqueroso Miki-Moko, también el Bombero Loco, los Sea Monkeys, el Segelin o el Loco López.
El Ludomatic, el Cubo mágico, los Pocketeers, los Kalkitos, la Scalectrix, el Tiki Taka, el Yoyo (Russell), el Mecano y el Cerebro mágico, subsistieron o al menos han sido imitados y reciclados y tienen vigencia. Muchos de estos juguetes en sus packaging originales se venden a precios altos en internet. Es que ya son juguetes de colección, los que los hace tener un valor tanto sentimental como económico alto.
Por suerte hay gente que además se preocupa por y apuesta al homenaje de estos juguetes tan especiales para los que hoy son jóvenes o adultos. Mariano Cabrera, el especialista retro, como se nombra en su página web (http://www.marianocabrera.com.ar/) es un actor coleccionista que no sólo guarda juguetes, objetos y anécdotas de su niñez, sino que las comparte. Entrar a su página es como abrir un baúl guardado en un sótano o un altillo. Tiene colecciones de juguetes, de programas de tv, de discos y de publicidades que lo entretuvieron durante su infancia. Es el creador de Operación Fideos con Manteca, una especie de homenaje teatral a la niñez de las décadas del 60, 70 y 80. También le dedica en la web un espacio al querido Italpark y a muchos de los personajes del espectáculo que hicieron cosas para los chicos como Carlitos Balá, Pipo Pescador, etc. Fotos de autos, aviones, muñecos y robots flotan en la web de este hombre retro y asegura que a más de uno cuando las ve, se le pianta un lagrimón.
Los juguetes argentinos como los de otras partes del mundo, como dice Florencia del Toy Museum, “son manifestaciones concretas de la cultura”. A partir de la década del 80, junto con la debacle económica pos dictatorial y la apertura indiscriminada a la importación que tuvo lugar en la década del 90 afectaron seriamente el desarrollo industrial y el juguetero en particular. Florencia cuenta que durante finales de la década del 70 y principios de la del 80, muchas fabricas estadounidenses eligieron Argentina para producir sus productos porque acá los costos eran mucho más bajos y tenían mayores facilidades produciendo acá en vez de importando Además, Argentina era vista como un país latinoamericano de alta cultura, con un gran mercado interno al cual se podía abastecer y que también podía funcionar de puerta para el mercado Latino Americano más amplio, del modo en que lo hizo Brasil en el mismo momento, con otros juguetes.
El mercado de los juguetes fue y va cambiando de acuerdo al momento cultural y económico, pero hay cuestiones que no respetan el paso del tiempo y están ligadas a la niñez en general, las ganas de jugar y sonar con un juguete en la mano. “Yo era mucho de jugar en la calle, en mi barrio, con mis vecinos. Inventábamos juegos y nos divertíamos por horas y horas, a la pelota, a la escondida, a las carreras… También jugaba con mis muñecas, tenia una de tela que me trajo mi papá de México que la adoraba. Mas tarde tuve miles de Barbies, y cuando mi abuela viajaba le pedía de todo, y ella me consentía y yo era genuinamente feliz”, recuerda Florencia.
Carolina González, todavía se acuerda de sus peleas con su hermano por apoderarse del Mecano, que si bien era de él, a ella le gustaba tanto que se quedaba horas armándolo hasta que su hermano desistía y la dejaba sola.
Historias hay muchas y juguetes también, como hay coleccionistas. “En argentina coleccionar juguetes es un hobby que recién comienza a tomar ribetes interesantes, pero en el mundo, se podría decir que hay tantos coleccionistas como juguetes fueron producidos” aclara Florencia.
La mayoría de los juguetes del siglo veinte aún son conseguibles, la pregunta es, cuánto está uno dispuesto a pagar, ya que el mercado de los coleccionistas de juguetes es un mercado altamente competitivo.
En cuanto a los juguetes realmente inconseguibles, se trata de aquellos que son perennes al paso del tiempo, por ejemplo juegos y juguetes de culturas pre modernas de oriente y occidente, cuyos productos básicos eran tela y madera, con lo cual el paso del tiempo es un gran enemigo para su conservación.
En definitiva, los juguetes van modernizándose y adaptándose a las nuevas necesidades y realidades. Alguna vez los hubo de lata, después de plástico, también de tela, de papel y muchos materiales más. Los hay caseros y muy divertidos, esos que papá o mamá nos creaban de la nada con dos o tres elementos.Lo más lindo de la niñez y de esos juguetes que se convierten en piezas únicas y mágicas es que dan esa posibilidad creadora sin fin, ese mundo propio, desligado de las obligaciones de la vida cotidiana, en donde nos decimos "dale que vos eras…", "juguemos a que nosotros hacemos…" Florencia dice: “Ese espacio propio, seguro, honesto… Porque si un juego no nos divierte de niños, es instantáneo, no se lo juega más, esa honestidad con las sensaciones más profundas y con las ganas de uno, que de adulto en general se deben comprometer porque el mundo es como es, no como queremos que sea”. Aunque si jugamos un poco más...
Para revista BK. marzo-abril 2007